domingo, junio 25, 2006

Extraído del baúl de los recuerdos

La noche. Los sonidos de los autos alejándose, la marcha molesta de las micros, las luces amarillas que lastiman el suelo y la vista, mugre, basura por todas partes. El olor: el fétido perfume de siempre. Es el puerto dicen, así es.

Un paso, dos, tres. La carrera disimulada, el rumbo predeterminado, aire de seguridad, el vientre contraído, el estómago hecho un nudo. La cabeza en cualquier parte, sólo los nervios percibidos claramente. Tres pasos, dos, uno. La puerta enfrente. Cuánto es. Dos mil quinientos. Pagar, entrar. El otro mundo ante él. Mirar, respirar. Esa gente, esa otra gente, de la que se quiere ser parte.

Un respiro profundo para impregnar los pulmones con el olor a cigarrillo. La duda sobre tomar el trago de inmediato o esperar, la duda sobre bajar al subterráneo o subir al segundo piso, la duda sobre irse o quedarse. Un paso, dos, bajar las escaleras y sentirse observado. Los ojos de todos sobre él. Primero el rubor, luego la seguridad de sentirse hermoso. Aterriza, entonces, sobre el piso descuidado del subterráneo, con el pecho inflado, la frente altanera, la mirada despectiva, sintiéndose el-me-jor. Bailar, más bien, dejarse llevar con los ojos cerrados. Sentir el tecno, o dejarlo entrar con tambores y percusiones chillonas, dejarlo apoderarse del ritmo sanguíneo, hacer olvidar al cuerpo de la voluntad propia. Buscar, intentar buscar, un estado de éxtasis. Una o dos miradas libidinosas captadas al pasar, fingiendo desprecio total. Una o dos, la tercera mirada se corresponde, se sostiene la vista un par de segundo, como diciendo “tú podrías tener chance”.

La música persistente, el olvido de la armonía, el desenfreno personal, la orgía individual. Espasmos en el pecho, las manos alzadas haciendo figuras en el aire, las piernas marcando el ritmo casi como una parodia militar. El brazo flectado sobre la cabeza, los ojos cerrados como mirando hacia la derecha, una pierna apoyada, la otra flectada, el brazo izquierdo extendido queriendo alcanzar todo y nada a la vez. El aire infestado de nicotina colándose por la nariz; entreabierta la boca, parte de los blancos dientes exponiéndose. Girar la cabeza y entreabrir los ojos. Encontrarse con otra cara demasiado cerca.

- ¿Tienes cigarrillos?. La misma pregunta de siempre.
- No, no fumo. También: su misma respuesta de siempre.

Y nada más. Seguir bailando, pero abriendo un poco más seguido los ojos. Observar al muchacho, medirlo, evaluarlo, verificar si es digno. ¿Me gusta?, ¿No me gusta?

Nuevamente la cara demasiado cerca.

- ¿Puedo bailar contigo?
- Sí, claro. La respuesta se escapa sin pensarlo. Duda sobre lo que se ha hecho. Temor sobre lo que podrá venir.

Entonces se continúa con el baile. La diferencia: otro hombre frente a él. Primera vez, su primera vez. La cabeza en cualquier parte, solo los nervios son claramente percibidos. Disimular, bailar con los ojos cerrados. Concentrarse en el cuerpo propio. De vez en vez, mirarlo de reojo. La duda: “¿me gusta? ¿No me gusta?”. “Le diré que no. Pero no está mal”. “El alcohol que se me subió a la cabeza”. “No. Le diré que no”. “No me gusta, pero si me da un beso no le corro la cara”. Disimular: cerrar los ojos, bailar como lo más normal. Pensar: “lo hago, no lo hago”. “está bien, si se atreve voy. Si no, me da lo mismo”. Mirarlo como sin interés y pensar: “Haz algo, ven y dame un beso. Hazlo ahora o no podrás después”. Al borde del arrepentimiento: “No. Es mejor que no, para qué, alguien puede verme”. “Le voy a decir que voy al baño: la misma frase de siempre que dice ‘no me gustas, hasta nunca’”.

Abrir los ojos, otra vez la cara demasiado cerca.

- ¿Quieres que siga bailando contigo?

Demasiado, demasiado cerca. Él desvía la cara y sus bocas se encuentran. Entonces todo cambia. Los latidos del corazón son más audibles que el tumtúm de los parlantes. No hay nada, ni nadie alrededor. Sólo dos bocas encontradas, dos alientos mezclados. Y el deseo, el deseo que nubla la razón y el pudor. Él suspira por el aire contenido en los pulmones. Se siente bien, le gusta el beso áspero de otro hombre, los labios carnosos, la pasión. Se deja besar y no hace nada más. Se entrega a ese beso como se entrega a lo que está descubriendo de él. Los brazos caídos, las manos distendidas, el cuerpo levemente inclinado hacia atrás, abrazado y tomado por el cuello, se deja besar, se deja besar y nada más.

2 Comments:

Blogger Warchild said...

Una experiencia muy cercana...

miércoles, junio 28, 2006 12:44:00 p. m.  
Blogger Lautaro said...

Gozador,
Feklcidades por el noviazo, tanto tiempo ya desde que nos vimos? creo que lo estabas conociendo en esa época, o no?
Yep, es el Pagano calcado.
Tú siempre tan egoista en comentarios ya pensaba que no existías más.
Bear hug,
Eleu

miércoles, julio 05, 2006 1:42:00 p. m.  

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