In the name of the...
Y vi una foto de Carrusel de niños (se acuerdan?) y me dio una especie de brinco el corazón(sí, sí, con esas palabras), y como que me dio risa y alegría ver a don Fermín (qué entrañable, no? el abuelito que todo el mundo siempre quizo). Me sentí un poco agitado, me acordé de cuando yo veía ese telenovela. La veíamos mi papá y yo.
Y después me puse un poco melancólico. El recuerdo de la infancia, saben?. Un poco nostálgico de esos años en que mi papá y yo haciamos más cosas juntos. De chico a mi mamá le gustaba a veces vestirnos a mi papá y a mi igual (sí, es cierto. Y no crean que lo digo sin vergüenza). Así que, habíame yo posando para al sastre (sí, sí, un sastre. De esos que ahora nos parecen solo personajes de películas en blanco y negro). Y más allá mi madre, mirando con cara de orgullo (supongo que era cara de orgullo). Y luego, habíame yo parado junto a mi padre: Tatoo junto a Mr. Roarke. Já, y me parecía que era de lo más entretenido. Y al parecer a mi madre también, que según recuerdo nos miraba con la vista un poco anegada. Y supongo que a mi padre también, que se prestaba para el show.
Já, y la relación con mi padre. Vaya que era especial. Mi personalidad es lacónica, casi siempre prefiero escuchar. Mi padre también. No conversabamos. Hasta el día de hoy nos cuesta conversar. Yo no jugaba con mi padre (es que el no estaba para esas cosas- yo nací cuando él era ya un hombre mayor). Yo salía con mi padre como si hicieramos vida social. Nos ibamos al cine todos los domingos (cuando los cines eran así de barrio, con butacas que olían a cuero, con salas que eran muy heladas). A mí me gustaba. Seré laconico pero tengo risa explosiva, y mi risa, según me cuentan, era la que se escuchaba más fuerte en la sala (sí, sí, era yo, el niñito vestido de terno); nos ibamos a tomar un café con mi padre (sí, un cafecito, "pa conversar"), por supuesto yo no tomaba café pero salía de ese café (uno de esos cafés tradicionales, de esos que tiene a mozos viejos, envejecidos junto al salón)un poco drogado de azúcar.
Mi padre me iba a dejar y a buscar al colegio todos los días. Por las mañanas, yo iba durmiendo en el auto. Me despertaba, me ponía de patitas en la vereda y me llevaba de la mano hasta el colegio. Y me miraba mientras me formaba junto a todo el resto del colegio y cantaba el himno nacional y el himno del colegio. Y eso todos lo días (sí, en mi colegio lo hacían todos los días). Yo de mi padre me despedia de la mano. Para mi era raro ver a mis compañeritos despedirse de sus padres de beso en la cara. Qué risa. Todo un viejito chico (sí, sí, sí, y no lo digo sin vergüenza).
Por las tardes, de vuelta a la casa, mi padre ponía el único cassete que tenía de Nat King Cole cantando en español en la radio del auto. Todos los días. Y eso hacíamos: escuchabamos a Nat King Cole en español. A mi me encantaba "el bodeguero, bailando va... no sé qué más el chachachá". Y después, al llegar a casa, estacionaba el auto y nos quedabamos largo rato conversando mientras el almerzo estaba listo (sí, era un época en que se almorzaba en familia)y mi padre sacaba de la guantera ese libro que aún conservo: un libro antiguo forrado por mi padre con papel de envolver y con el título en la portada con la perfecta caligrafía de mi padre (la caligrafía más bonita que he visto es la de mi padre. Es que sí, el viene de una época en que Caligrafía era un ramo en el colegio)diciéndo: La Vida de las Abejas. Ja. Y me leía sobre cómo se forman las colonias de abejas, cuales eran las castas dentro de las jerarquía abejuna, qué ocurría con la princesas, papá, si solo puede haber una reina en un panal, y por qué los zanganos no hacen nada papá, y que hacen cuando los echan las abejas, y las abejas guardianas son malas papá, y todas las celdas son exactamente iguales, hijo, crean los hexágonos más perfectos de la naturaleza. Y mi cabecita llena de abejas y flores y panales.
Pero, como les digo, mi padre y yo somos lacónicos. No nos quedamos conversando infinitamente, no nos contamos nuestras cosas, ni nuestros secretos. Nuestra relación esta llena de silencios. Nos acompañamos de una manera que no requiere tanta palabra. Porque siempre, desde que recuerdo algo, he sentido al apoyo y el cariño de mi padre cerca. Muy cerca.
Y qué quieren que les diga. Para mi, Nat King Cole es mejor que Frank Sinatra. Lejos. Todavía voy a ese Café a llenarme de sus desayunos pantagruélicos; ahora yo acompaño a mis hermanas al cine, y sigue siendo mi risa la más fuerte; ya no me visto como mi padre, pero él se viste cada vez más parecido a mi (já, qué risa cuando se dejó una colita); y cuando veo una abeja siempre me pregunto si será una de las que viajará con la princesa a crear otro panal.
Soy hijo de mi padre. No hay otra forma de ser.
Saludos,
Y después me puse un poco melancólico. El recuerdo de la infancia, saben?. Un poco nostálgico de esos años en que mi papá y yo haciamos más cosas juntos. De chico a mi mamá le gustaba a veces vestirnos a mi papá y a mi igual (sí, es cierto. Y no crean que lo digo sin vergüenza). Así que, habíame yo posando para al sastre (sí, sí, un sastre. De esos que ahora nos parecen solo personajes de películas en blanco y negro). Y más allá mi madre, mirando con cara de orgullo (supongo que era cara de orgullo). Y luego, habíame yo parado junto a mi padre: Tatoo junto a Mr. Roarke. Já, y me parecía que era de lo más entretenido. Y al parecer a mi madre también, que según recuerdo nos miraba con la vista un poco anegada. Y supongo que a mi padre también, que se prestaba para el show.
Já, y la relación con mi padre. Vaya que era especial. Mi personalidad es lacónica, casi siempre prefiero escuchar. Mi padre también. No conversabamos. Hasta el día de hoy nos cuesta conversar. Yo no jugaba con mi padre (es que el no estaba para esas cosas- yo nací cuando él era ya un hombre mayor). Yo salía con mi padre como si hicieramos vida social. Nos ibamos al cine todos los domingos (cuando los cines eran así de barrio, con butacas que olían a cuero, con salas que eran muy heladas). A mí me gustaba. Seré laconico pero tengo risa explosiva, y mi risa, según me cuentan, era la que se escuchaba más fuerte en la sala (sí, sí, era yo, el niñito vestido de terno); nos ibamos a tomar un café con mi padre (sí, un cafecito, "pa conversar"), por supuesto yo no tomaba café pero salía de ese café (uno de esos cafés tradicionales, de esos que tiene a mozos viejos, envejecidos junto al salón)un poco drogado de azúcar.
Mi padre me iba a dejar y a buscar al colegio todos los días. Por las mañanas, yo iba durmiendo en el auto. Me despertaba, me ponía de patitas en la vereda y me llevaba de la mano hasta el colegio. Y me miraba mientras me formaba junto a todo el resto del colegio y cantaba el himno nacional y el himno del colegio. Y eso todos lo días (sí, en mi colegio lo hacían todos los días). Yo de mi padre me despedia de la mano. Para mi era raro ver a mis compañeritos despedirse de sus padres de beso en la cara. Qué risa. Todo un viejito chico (sí, sí, sí, y no lo digo sin vergüenza).
Por las tardes, de vuelta a la casa, mi padre ponía el único cassete que tenía de Nat King Cole cantando en español en la radio del auto. Todos los días. Y eso hacíamos: escuchabamos a Nat King Cole en español. A mi me encantaba "el bodeguero, bailando va... no sé qué más el chachachá". Y después, al llegar a casa, estacionaba el auto y nos quedabamos largo rato conversando mientras el almerzo estaba listo (sí, era un época en que se almorzaba en familia)y mi padre sacaba de la guantera ese libro que aún conservo: un libro antiguo forrado por mi padre con papel de envolver y con el título en la portada con la perfecta caligrafía de mi padre (la caligrafía más bonita que he visto es la de mi padre. Es que sí, el viene de una época en que Caligrafía era un ramo en el colegio)diciéndo: La Vida de las Abejas. Ja. Y me leía sobre cómo se forman las colonias de abejas, cuales eran las castas dentro de las jerarquía abejuna, qué ocurría con la princesas, papá, si solo puede haber una reina en un panal, y por qué los zanganos no hacen nada papá, y que hacen cuando los echan las abejas, y las abejas guardianas son malas papá, y todas las celdas son exactamente iguales, hijo, crean los hexágonos más perfectos de la naturaleza. Y mi cabecita llena de abejas y flores y panales.
Pero, como les digo, mi padre y yo somos lacónicos. No nos quedamos conversando infinitamente, no nos contamos nuestras cosas, ni nuestros secretos. Nuestra relación esta llena de silencios. Nos acompañamos de una manera que no requiere tanta palabra. Porque siempre, desde que recuerdo algo, he sentido al apoyo y el cariño de mi padre cerca. Muy cerca.
Y qué quieren que les diga. Para mi, Nat King Cole es mejor que Frank Sinatra. Lejos. Todavía voy a ese Café a llenarme de sus desayunos pantagruélicos; ahora yo acompaño a mis hermanas al cine, y sigue siendo mi risa la más fuerte; ya no me visto como mi padre, pero él se viste cada vez más parecido a mi (já, qué risa cuando se dejó una colita); y cuando veo una abeja siempre me pregunto si será una de las que viajará con la princesa a crear otro panal.
Soy hijo de mi padre. No hay otra forma de ser.
Saludos,